miércoles, 1 de junio de 2022

Tragedia y contemplación

King Lear, Act I, Scene I - Cordelia's Farewell de Edwin Austin Abbey.

En 𝑃𝑜𝑒́𝑡𝑖𝑐𝑎, Aristóteles comenta que:

La tragedia es en esencia una imitación no de las personas, sino de la acción y la vida, de la felicidad y la desdicha. La tragedia es imitación de una acción esforzada y completa, de cierta amplitud, en lenguaje sazonado, separada cada una de las especies en las distintas partes, actuando los personajes y no mediante relato, y que mediante temor y compasión lleva a cabo la purgación de tales afecciones.

Cuando leo una obra literaria que me fascina, rio, lloro, incluso reniego si es necesario. Esta es la señal de estar en sintonía con los personajes, con el ambiente o el hecho que se expone textualmente. Las horas pasan volando cuando lees algo que te estimula y sientes como inevitablemente creas un lazo con dicha obra, un inolvidable recuerdo. Lo mismo ocurre cuando miramos una película que nos gusta, nos perdemos en esas actuaciones que parecen personajes reales, incluso llegamos a identificarnos por algunas de sus vivencias, generando así, como señala Aristóteles, una sensación de limpieza, de tranquilidad y de un descargue emocional inconsciente. Esta noción de éxtasis, producto de la misma emoción por contemplar algo tan vivo y familiar, es una suerte de escapismo que suele terminar en catarsis. Como espectadores entusiastas, sentimos la alegría o el dolor del personaje con el que nos identificamos, y la nostalgia descrita en el ambiente. El actor es todos los que le contemplan e interpretan, el espectador siente al actor como uno mismo, y desea ser temporalmente dicha persona que refleja en él un inevitable alter ego o admiración personal. Eso es el entusiasmo, el "tener un dios dentro de sí".

Pero no tan alejado a lo anterior, sucede algo muy curioso cuando contemplo una pintura que me enamora, una obra de arte propiamente dicho. Cuanto lo hago, una tranquilidad o una perturbación me invade, dependiendo del tipo de obra que admire. Me pierdo en los detalles de la anatomía, la técnica, el ambiente, el paisaje, los colores. Literalmente dejo de ser por unos instantes, mientras dure la contemplación de esos detalles tan ricos y únicos. Y de uno nace la imperiosa necesidad de analizar estas obras de arte a posterior, dedicarles una pequeña reflexión expresando nuestro amor incondicional, lo que notamos de ellas, lo que sentimos al ser transportados espiritualmente a un contexto tan distinto, cuál suerte de reminiscencia inerte al hecho que vivimos. Desgraciadamente, muchas veces somos incapaz de expresar todo lo que sentimos y maldecimos el lenguaje por ser tan limitado a la hora de expresar sentimientos. Aun así, desarrollamos el pensamiento, tal vez por capricho a dichas limitaciones, y con gran devoción lo hacemos público, no con el objetivo de que otros lo lean, sino, con la intención de regalar una interpretación personal, un recuerdo que en lo posible, quedara fijo durante bastante tiempo en nuestra mente.

A la Izquierda; "Isolde: la princesse Celte" de Gaston Bussiere, a la derecha; "The Soul of the Rose" de John William Waterhouse, dos de mis pinturas favoritas.

Por su parte, la música adecuada en el momento adecuado puede generar un éxtasis inexplicable de placer. La vida sin música sería un error, precisamente porque esta muchas veces sirve como anestesia para nuestros sentidos, como estimulante para poder llevar a cabo la vida, para hacerla más flexible, ¿Cuántas son las veces que preferimos llevar auriculares antes de escuchar el mundo tal y como es? ¿Cuántas son las veces en las que, para bien o para mal, la música nos une? Y preguntar cuántas veces nos hemos sentido en otro mundo al percibir cada acorde de cada instrumento de una canción que nos encanta, es ya innecesario. Este es un hecho que sucede cuando amamos apreciar con los oídos. Es inimaginable una vida sin música, sería como si se nos quita una parte de nosotros mismos.




Similar es la sensación, tan extraña para mí, al ver a alguien bailar y el tipo de música y baile que realiza me agrada, sobre todo si es una belleza mujer que goza de danzar y cantar. En el fondo me cuesta entender esa libertad e indiferencia, esa inocencia Dionisiaca que nada pareciese perturbarla y todo podría influir con su exaltado espíritu. Afortunadamente, dicha incomprensión no me lleva a pensar, sino simplemente a vivir ese hecho tan estético y precioso. Me lleva a admirar con una inevitable devoción entusiasta, como si fuese una obra de arte que, de sus vivos movimientos y cantos, exige ser contemplada y escuchada con detalle minucioso, como si fuera el respirar, algo así de natural y necesario para vivir…

                           Fragmento de "Carmen la de Triana" (1938) una de mis películas clásicas favoritas.

¿Cómo no perderse en la belleza estética? ¿Cómo no sentir que uno muere de admiración? A veces, no se puede comprender por qué algo nos parece tan bello y sublime, y porque atrae tanta alegría o tanta angustia, tanta Tragedia. Al contemplar, en nosotros despiertan sentimientos muy profundos; la sensación de haberlo vivido, de reminiscencia, de amor, de calidez, de dolor, en eso consiste la Tragedia. El arte, no solo salvo a los Helenos, nos salvó a todos. El hecho de que muchas veces sintamos nostalgia o vació al terminar algo que nos gusta, es una señal de haber disfrutado mucho. 

Sin el arte, la vida sería un error.

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