"Ophelia" del artista escocés William Quiller Orchardson. |
¿Qué pensamientos o desvaríos finales estaría evocando en silencio aquella alma tan atormentada por la realidad? Sola, con una mirada triste y decidida, aunque no sin perder la delicadeza propia de un personaje inocente y sumamente manipulable por los sentimientos. Destino trágico el de la locura, aunque viable escape. ¿Quién la puede culpar por creer? A pesar de sus consecuencias, amar no es un pecado, es un lazo, algo que convierte el alma y la une, la arraiga. Tal vez no un pecado; una gloria y posteriormente un tormento sin igual. Pero la desilusión es inevitable, sobre todo cuando tu estado no depende únicamente de ti, sino también de alguien que amas con inenarrable profundidad. Es posible que Ofelia sea el ejemplo ficticio más humano que habla sobre la belleza del amor llevado hasta los últimos límites de la dedicación personal.
Y de todas las adaptaciones artísticas del personaje de Ofelia que conozco, la que William Quiller Orchardson le dedico en 1874, para mí es sencillamente la más acertada y preciosa. Y pensar que en el fondo no es más que una imagen interpretativa de la ficción, plasmada sobre óleo en un lienzo que un artista de la talla de Orchardson supo, con un talento y delicadeza sin igual, llevar a cabo de magnífica manera. Uno de los tantos ejemplos de lo bien que puede el arte imitar a la ficción solo con pequeños detalles. El talento y la dicha de poder plasmar visualmente lo que tu mente interpreta al leer o escuchar siempre me ha parecido fascinante.
Una historia trágica y una pintura preciosa.
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