Será química, profundos sentimientos de perdida o la viva convicción de ignorancia, a lo mejor simplemente una enfermedad denominada enamoramiento. El lazo es fascinante, es la forma en la que uno avanza por la vida teniendo en los demás una parte de uno, y en uno, una parte inevitable de los demás. A su vez, esto pareciera tan marcado, tan destinado a ocurrir de forma tan predecible pero sin duda incomprensible por otros ojos ajenos al círculo vicioso del amor, sea cual sea su máscara. Aun así, quien lea algo ajeno al enamoramiento, dirá que es ignorancia, y yo apoyo que lo es, porque estar influenciado por un sentimiento tan fuerte como personal y humano nubla, ciega y atormenta toda posibilidad de ver la vida de otra manera. Se cree que simplemente no se comprende por qué no se ha vivido, y razón no le falta a esta arriesgada afirmación.
Uno miente con inocencia cuando dice ya no amar, pues ama de otra manera, pero siempre lo hace, siempre hay una forma de amar, porque el amor es escurridizo, inevitablemente se filtra en nosotros como el agua, y a la par de refrescar, quema profundamente cuando invade, tan es así, que no existe otra cosa más que lo que uno siente por el otro. Eso también lo llamo vivir, y no está mal arriesgarse a la tentación de dejarse llevar por una enorme y fascinante pasión, a pesar de lo que también ocurrirá inevitablemente en un futuro no muy lejano, más nada es para siempre, ni siquiera el tiempo que congela los sentimientos más profundos, ni siquiera el amor y todo lo que alguna vez represento. Por eso, el amor también divide y destruye, consume y altera para siempre. El amor en todas sus infinitas expresiones es sin duda tan hermoso como caótico...
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