Algo que no puede explicarse fácilmente con palabras, y es el hecho de que cuando por diversas razones el edificio mental se derrumba y todos los valores pierden importancia, existe una fuerza misteriosa que te impulsa a seguir respirando, a seguir haciendo algunas cosas casi con total normalidad, como si de una fuerza biológica se tratase. Resulta extraño que a pesar de que una influencia negativa te esté cegando, aun queden unas gotas de vida, gotas que caerán sobre futuro terreno fértil, y florecerán se quiera o no.
Pero lo que me resulta más interesante de este particular estado, es que aun puedas degustar, llorar, reír. Es como si la mente inconscientemente se resistiera a dejar de creer en todo lo que ha edificado hasta el momento en que se derrumba. Mejor dicho, es como si uno viviera gracias a los cimientos de ese edificio mental que ha construido durante años, y que ahora yace en mil pedazos. Tarde o temprano se vuelve a construir un edificio nuevo, sin uno darse cuenta, dejándose llevar por las horas, por los días y varios tipos de diferentes influencias. Cuando menos te las cuenta todo está ahí de nuevo, quizás igual, quizás con un nuevo significado de vida, pero algo siempre sigue existiendo dentro de uno.
Francamente creo que la existencia es increíble, no me deja de fascinar a la par de extrañarme. Quizás sea por esto que irónicamente siempre he creído que, cuando uno dice no creer en nada, cuando afirma no verle sentido a nada, en realidad se lo está viendo a todo, todo tiene un sentido inconsciente. La psique humana está atada a valores básicos de los cuales solo con mucho esmero, con muchos golpes, puede dejar a un lado, puede desarraigar de sí, y ser otra persona nueva, un nuevo ser. De ahí que de vez en cuando el verdadero y fuerte cambio devenga sin ser anunciado.
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