miércoles, 7 de octubre de 2020

La Tragedia de Ofelia


¿Cómo se soporta el peso de la realidad cuando esta te alumbra constantemente con decepciones, azotando tu razón y poniendo a prueba la tolerancia de tus emociones más bajas? ¿A quién se debe seguir en un camino tan oscuro? ¿En quien confiar si se carece ya de confianza y esperanza? El personaje de Ofelia de la obra "La Tragedia de Hamlet" de William Shakespeare, es para mi todo un ejemplo de un personaje trágico bien elaborado, expresa la sincera locura hasta su ultimo momento de vida. Irónicamente, hasta el propio Hamlet se sorprende de ello.

La joven Ofelia se enfrenta al dilema de la vida. En la tragedia, se la presenta como una dulce e inocente doncella que, cohibida de sus pasiones, se la trata cual mero peón a merced de su padre Polonio, viejo consejero del rey Claudio, hermano del difunto rey Hamlet de Dinamarca y tío del príncipe que sabe de su asesinato, y por eso se la controla con el fin de descifrar los movimientos de Hamlet en la elaboración de su venganza. Perdidamente enamorada del príncipe, Ofelia no sabe actuar cuando se le dice que lo haga. Es sincera al expresar su preocupación por el, y Hamlet se da cuenta de esto, pero en vez de compadecerse, la maltrata diciendo que todo lo que le ofreció es mentira y que no la ama, lastimando sus sentimientos sin dudar:

"OFELIA.- Conservo en mi poder algunas expresiones vuestras, que deseo restituiros mucho tiempo ha, y os pido que ahora las toméis.

HAMLET.- No, yo nunca te dí nada.

OFELIA.- Bien sabéis, señor, que os digo verdad. Y con ellas me disteis palabras, de tan suave aliento compuestas que aumentaron con extremo su valor, pero ya disipado aquel perfume, recibidlas, que un alma generosa considera como viles los más opulentos dones, si llega a entibiarse el afecto de quien los dio. Vedlos aquí.

HAMLET.- ¡Oh! ¡Oh! ¿Eres honesta?

OFELIA.- Señor...

HAMLET.- ¿Eres hermosa?

OFELIA.- ¿Qué pretendéis decir con eso?

HAMLET.- Que si eres honesta y hermosa, no debes consentir que tu honestidad trate con tu belleza.

OFELIA.- ¿Puede, acaso, tener la hermosura mejor compañera que la honestidad?

HAMLET.- Sin duda ninguna. El poder de la hermosura convertirá a la honestidad en una alcahueta, antes que la honestidad logre dar a la hermosura su semejanza. En otro tiempo se tenía esto por una paradoja; pero en la edad presente es cosa probada... Yo te quería antes, Ofelia.

OFELIA.- Así me lo dabais a entender.

HAMLET.- Y tú no debieras haberme creído, porque nunca puede la virtud ingerirse tan perfectamente en nuestro endurecido tronco, que nos quite aquel resquemor original... Yo no te he querido nunca.

OFELIA.- Muy engañada estuve."

Nos invade la fría sospecha de que en toda la obra la única persona que realmente la ama con todo su corazón es su hermano Laertes. Con sinceridad le aconseja a su desdichada hermana:

"LAERTES.- Ya tengo todo mi equipaje a bordo. Adiós hermana, y cuando los vientos sean favorables y seguro el paso del mar, no te descuides en darme nuevas de ti.

OFELIA.- ¿Puedes dudarlo?

LAERTES.- Por lo que hace al frívolo obsequio de Hamlet, debes considerarle como una mera cortesanía, un hervor de la sangre, una violeta que en la primavera juvenil de la naturaleza se adelanta a vivir y no permanece hermosa, no durable: perfume de un momento y nada más.

OFELIA.- Nada más.

LAERTES.- Pienso que no, porque no sólo en nuestra juventud se aumentan las fuerzas y tamaño del cuerpo, sino que las facultades interiores del talento y del alma crecen también con el templo en que ella reside. Puede ser que él te ame ahora con sinceridad, sin que manche borrón alguno la pureza de su intención; pero debes temer, al considerar su grandeza, que no tiene voluntad propia y que vive sujeto a obrar según a su nacimiento corresponde. Él no puede como una persona vulgar, elegir por sí mismo; puesto que de su elección depende la salud y prosperidad de todo un Reino y ve aquí por qué esta elección debe arreglarse a la condescendencia unánime de aquel cuerpo de quien es cabeza. Así, pues, cuando él diga que te ama, será prudencia en ti no darle crédito; reflexionando que en el alto lugar que ocupa nada puede cumplir de lo que promete, sino aquello que obtenga el consentimiento de la parte más principal de Dinamarca. Considera cuál pérdida padecería tu honor, si con demasiada credulidad dieras oídos a su voz lisonjera, perdiendo la libertad del corazón o facilitando a sus instancias impetuosas el tesoro de tu honestidad. Teme, Ofelia, teme querida hermana, no sigas inconsiderada tu inclinación; huye del peligro colocándote fuera del tiro de los amorosos deseos. La doncella más honesta, es libre en exceso, si descubre su belleza al rayo de la luna. La virtud misma no puede librarse de los golpes de la calumnia. Muchas veces el insecto roe las flores hijas del verano, aun antes que su botón se rompa, y al tiempo que la aurora matutina de la juventud esparce su blando rocío, los vientos mortíferos son más frecuentes. Conviene, pues, no omitir precaución alguna, pues la mayor seguridad estriba en el temor prudente. La juventud, aun cuando nadie la combate, halla en sí misma su propio enemigo.

OFELIA.- Yo conservaré para defensa de mi corazón tus saludables máximas. Pero, mi buen hermano, mira no hagas tú lo que algunos rígidos Pastores hacen mostrando áspero y espinoso el camino del Cielo, mientras como impíos y abandonados disolutos pisan ellos la senda florida de los placeres; sin cuidarse de practicar su propia doctrina.

LAERTES.- ¡Oh! No lo receles. Yo me detengo demasiado; pero allí viene mi padre, pues la ocasión es favorable me despediré de él otra vez. Su bendición repetida será un nuevo consuelo para mí."

El punto álgido es cuando ella se entera de que su amado Hamlet asesino a su padre y dicho acto comienza a confundirla todavía mas. No se describe textualmente el proceso en el cual va decayendo, de un momento a otro se la presenta hundida en la locura, llorando mientras canta canciones religiosas repletas de dolor y acusaciones. Es un hecho que no requiere de descripción; además de sentir un fuerte dolor por la muerte de su padre, siente también confusión, pues aquel hombre que ama le ha generado nuevamente dolor, y no sabe como reaccionar, como cargar con esa perdida y esa decepción, como pasar las horas sin pensar en ello, y una vez mas es cohibida, solo que esta vez de su razón. Al final decide, probablemente de forma inconsciente, quitarse la vida, pero no de cualquier forma; como en toda obra de Shakespeare su muerte es descrita de manera magistral y poética:

         "GERTRUDIS.- Una desgracia va siempre pisando las ropas de otra; tan inmediatas caminan.                 Laertes tu hermana acaba de ahogarse.

LAERTES
.- ¡Ahogada! ¿En dónde? ¡Cielos!

GERTRUDIS.- Donde hallaréis un sauce que crece a las orillas de ese arroyo, repitiendo en las ondas cristalinas la imagen de sus hojas pálidas. Allí se encaminó, ridículamente coronada de ranúnculos, ortigas, margaritas y luengas flores purpúreas, que entre los sencillos labradores se reconocen bajo una denominación grosera, y las modestas doncellas llaman, dedos de muerto. Llegada que fue, se quitó la guirnalda, y queriendo subir a suspenderla de los pendientes ramos; se troncha un vástago envidioso, y caen al torrente fatal, ella y todos sus adornos rústicos. Las ropas huecas y extendidas la llevaron un rato sobre las aguas, semejante a una sirena, y en tanto iba cantando pedazos de tonadas antiguas, como ignorante de su desgracia, o como criada y nacida en aquel elemento. Pero no era posible que así durarse por mucho espacio. Las vestiduras, pesadas ya con el agua que absorbían la arrebataron a la infeliz; interrumpiendo su canto dulcísimo, la muerte, llena de angustias.

LAERTES.- ¿Qué en fin se ahogó? ¡Mísero!

GERTRUDIS.- Sí, se ahogó, se ahogó."


La pintura "Ophelia" de John Everett Millais, es una de las representaciones más fieles de la trágica muerte de la doncella. Aquí se aprecia de forma magistral su serenidad, dejándose de llevar por la corriente mientras se hunde una vez más, lentamente en el proceso. El rostro es apagado, desorientado. Ya no triste, ajeno a lo humano, el fino y detallado vestido se va hundiendo con el agua, casi como fundiéndose con ella. Los colores son puros y muy vivos, se aprecia vida en una escena que refleja muerte. Millais tuvo el detalle de añadir incluso las flores con las la Ofelia se hundió, teniendo cada una un significado particular:

"El sauce y las ortigas indicarían dolor, llanto, tristeza; las margaritas, inocencia y fidelidad; el lirio, convertido posteriormente en emblema ofeliano, la virginidad, mientras que las orquídeas expresan lo opuesto, la sexualidad; la amapola alude a la que Hamlet le regaló y los ranúnculos, peligro. En definitiva, la conjunción de amor y muerte."

La muerte de Ofelia es genial por cómo se la describe en la obra; una mezcla de inocencia y locura la llevo a sentirse atraída por la muerte. Cuando voluntariamente entro al arroyo, sintió como lentamente su vestido iba presionando, exigiendo que deje de vivir, y ella, irónicamente, pudiendo hacerlo, no lo evito, se limitó a hacer, por lo menos una vez en su existencia y quizás por inercia de su propia inconsciencia, lo que en ese momento dictaba su corazón, y con locura no ceso de cantar hasta que la muerte alivio por fin sus dolores. De alguna manera, la muerte la libero por segunda vez de sus tormentos, de la pesada existencia que tanto la afligía.

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