lunes, 31 de diciembre de 2018

La soledad en tiempos oscuros de Wessex


   Ruinas de Wessex, uno de los siete reinos principales que precedieron al reino de Inglaterra.

 

Un pequeño fragmento de un extenso texto que idee mientras reflexionaba sobre el miedo a la soledad.

El ejecutor continuaba torturando al prisionero con tal de hacerlo hablar antes de matarlo. Luego de haber sido intentado ahogar en aguas podridas, y exhausto de resistencia, el prisionero hablo así a su verdugo, mientras respiraba con dificultad:

 —Adelante, puedes intentar matarme, a diferencia de otros hombres... Yo no tengo nada que perder.

El verdugo sonrió y respondió:

 —¿Que es un hombre sin algo que perder? Una cosa que menos puede ser un hombre.- aclamo riendo. 

 —¿Que es el hombre sino la necesidad de conquistar? ¡Pero esta tarde me asegure de no tener nada que perder!, no hay nadie que me espere fuera de este frió calabozo húmedo y oscuro. Añadió el prisionero con ironía.   

 —Todo hombre tiene algo que perder. Lamentablemente tu no has perdido la codicia, y tus manos han hurtado demasiado, así como tus ojos han anhelado mucho y has estado mirando un horizonte que no existe, y tus ideas florecieron en campos equivocados, estos son estériles para el tiempo en el cual has vivido.

 —He oído hablar de ti prisionero, te han visto de noche en los grandes campos de Wessex. Muchos granjeros temían por sus hijas y sus esposas, y denuncian que te han visto solo deambulando por los Altos Bosques. ¿Que hombre vela por su soledad solo en una hoguera? ¡Eso es lo bastante extraño como para acusarte de las mil y una acusaciones contra la Fe! Añadió el verdugo con un hacha en su mano.

El prisionero se sentó como pudo y tosiendo exclamo por ultimo:

 —Se me acusa de soledad, pues yo la conozco mejor que cualquiera. Es la soledad mi única compañera, pero también es la soledad una vieja enemiga mía, una joven y ahora una anciana, es lo que fue la soledad conmigo. Temerario son quienes cruzan los puentes y fuertes son quienes aguantan el peso de la noche y el peso de la soledad. ¿No es acaso el frió el mas alto espectador de esta oscura presencia que a su vez no tiene presencia alguna? Es algo que ningún granjero, monarca ni verdugo podría entender.

Y finalmente el prisionero añadió con una risa de locura, mientras la luz de la luna le hacia penumbra a su desquiciada mitad de la cara:

 —Ustedes tienen una gran vela que les alumbra, y un lugar donde cobijarse siempre que se sienten solos. Es aquel lugar el mismo del que se me acusa de robar, y es aquella vela, de la que se me acusa de no tener, por la cual hoy mi vida tiende de un hilo muy fino. Pero adelante, corte usted mi cabeza con el fin de acabar así con mi desgraciada y pobre vida. ¡Pobre de mi! ¡Sin una vela en mi mano! ¡Y sin el cálido resplandor de un lugar sagrado como el de ustedes!.

 —¡Es bien sabido que el pobre recibe Pan solo cuando lo pide!, pues la sociedad solo es generosa cuando lastima hay de por medio. No pediré clemencia, ya he recibido mucha de la sociedad, necesito que alguien corte esta dependencia...

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